Las teorías de conspiración no aparecen porque sí. La mayoría de
ellas han surgido al darse acontecimientos que han sobrecogido al mundo, en
los cuales la ciudadanía ha sentido que no ha sido debidamente informada por
parte de las instituciones encargadas de tal tarea. La
incertidumbre que nos crea no saber que está ocurriendo nos hace vulnerables, llegando incluso a un punto en el que si nos dicen que los cerdos vuelan
nos lo creemos. En el siguiente artículo se pueden leer las razones por
las que tendemos a creernos dichas
teorías.
Existen, han existido y existirán teorías de conspiración. Sobre todo si seguimos durmiéndonos en los laureles sin formar a la ciudadanía. A lo largo de la historia han aparecido bulos sobre si la tierra es plana o si se han clonado seres humanos. Todos superinteresantes si te gustan las historias de ciencia ficción. Pero para esta entrada me voy a quedar con uno que siempre me llamó la atención. Aquel que escuchaba día sí, y día también, de la boca de mis vecinas, madre o abuela. “Los piojos los tiran en sacos desde un avión”. Siempre me pareció muy impactante. De hecho, de pequeña, cada vez que un avión pasaba por el cielo instintivamente corría a refugiarme en algún sitio para que los piojos no me cayeran porque claro, todo el mundo sabía (y sabe), que tener piojos es de guarros.
Piojo Humano (Pediculus humanus). Fuente: Wikipedia
¿Y quién querría lanzar piojos desde un avión? Por supuesto, las farmacéuticas. Que son las que se lucran con todos los potingues que te venden: champús, liendreras, colonias, y un largo etcétera.
¿Están fumigando el colegio de tus hijos con avionetas cargadas de piojos?
La teoría sobre el abandono de piojos desde los aviones podría tener su origen en las estelas químicas, o chemtrail, que defiende que estas autopistas blancas que se ven en el cielo son productos químicos o biológicos tóxicos, que se esparcen desde los aviones con el objetivo de destruir o enfermar a la Humanidad, entre otras cosas.
Estelas Químicas. Fuente: Pixabay
La realidad es que esas largas líneas que vemos en el cielo, tras el paso de un avión, solo son “estelas de condensación producidas por la interacción de los gases que expulsan los aviones con los de la atmósfera”.
Obviamente la población piensa: si tiran productos químicos ¿por qué no van tirar piojos? Y a partir de aquí la información se empieza a difundir. Bien entre las vecinas del barrio (como en mi caso) o actualmente a través de los (infernales) grupos de whatsapp de los colegios.
No nos engañemos, los piojos tienen mala fama. Mi abuela
siempre contaba que a su padre se le abrió la piojera. Esto significa que los piojos te salen de la cabeza, es decir, por alguna extraña razón, los fabricas. Contaba que, cuando su padre ya agonizaba, le vestían con un camisón blanco (doy fe de que estaría
como los chorros del oro) y en pocos segundos ni rastro de aquel camisón impoluto. Pasaba a ser negro debido a todos los piojos que caían. Una historia espectacular pero estaremos de acuerdo en que la piojera no existe. No tiene base científica
en la que sustentarse.
Algo que también me chocó bastante fue escuchar a muchas madres comentar que a los piojos les gustaba la sangre dulce.
-¿Cómo lograban diferenciar una sangre de otra?, ¿tendrían un radar?- me preguntaba.
Quizás la respuesta la tenía Chimo Bayo en su letra: “Exta sí, exta no. Exta sí, exta no. Exta sí, exta no. Esta me gusta, me la como yo”. Por supuesto, iban saltando, o volando, de una cabeza a otra.
Estos bulos se han ido desmintiendo a lo largo de los años. Ni la sangre es dulce, de hecho es salada, ni los piojos saltan ni vuelan, debido a su anatomía.
Retomemos nuestro tema: piojos y aviones, ¿sobreviviría un piojo a la caída? Pues a pesar de que la respuesta que nos gustaría escuchar sería que no, la realidad es que la física contradice dicha respuesta. “La caída en el aire alcanza una velocidad terminal. En el vacío es un movimiento uniformemente acelerado, pero el rozamiento con el aire va con el cuadrado de la velocidad. Eso hace que haya una velocidad máxima en la que el tirón de la gravedad se gasta en rozamiento y ya no se acelera más. Esa velocidad terminal es la que se disminuye mucho si aumentas el rozamiento (y para eso se inventaron los paracaídas). En el caso de un piojo (una hormiga y casi cualquier bicho) la relación entre su masa y su volumen hacen que su velocidad terminal sea bajita, caen despacio, y resisten el golpe sin problema”, palabras de Joaquín Sevilla, licenciado en Ciencias Físicas y doctor en Física Aplicada por la Universidad Autónoma de Madrid.
Vamos que por poder se pueden tirar piojos desde aviones pero, ¿creéis que caerían directamente sobre las cabezas de los peques?
Los piojos aguantan vivos 1 o 2 días fuera del cabello pero si imaginamos que caen al suelo (desde mi punto de vista sería lo más lógico), y no vuelan ni saltan, no sé muy bien cómo se las apañarán para llegar a las cabezas de sus hospedadores. También tendríamos que pensar en el dineral que debe costar ir de ciudad en ciudad repartiendo piojos en avión. El combustible no es nada barato. ¿Compensará a las farmacéuticas?
Algo que parece estar muy claro es que las teorías basadas en la lluvia de virus, productos tóxicos o parásitos
llevan tiempo circulando por la sociedad. La triste realidad es que todavía hay
personas que dan credibilidad a este tipo de historias.
La única solución: formar, formar y formar. Solo así podremos acabar con
teorías que no aportan absolutamente nada a nuestro día a día.
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