Tras la llegada de los europeos a América se empezaron a definir el valor y uso de objetos, plantas, etc. Miruna Achim, profesora investigadora del Departamento de Humanidades de UAM Cuajimalpa, nos habla en su conferencia sobre el jade y de “cómo se han pensado las antigüedades americanas, el origen de las civilizaciones americanas y su lugar en las historias del mundo”.
En entradas anteriores se ha comentado la visión eurocentrista de la historiografía
tradicional pero también hemos hablado sobre la historiografía más actual que
pretende dar voz a los pueblos indígenas. No obstante, tal y como comentábamos,
el mayor problema que encontraban los historiadores en esta presentación del
conocimiento era las pocas fuentes con las que se contaba. De ahí que Miruna intente
acceder a ese conocimiento a través del estudio de los objetos. En su caso, concretamente
del jade.
Llama la atención el valor que se le otorga a los objetos según la cultura.
Un ejemplo claro sería el primero momento de encuentro entre colonizadores y
colonizados, que Fray Diego Durán nos muestra en la siguiente imagen.
Los amerindios veneraban el jade puesto que para ellos era símbolo de eternidad.
Se relacionaba con el Universo y con la vida y se usaba con fines medicinales, funerarios,
etc.
A pesar de que los europeos no parecían entender el valor del jade, este empieza
a circular por Europa y su uso medicinal se extiende por Occidente gracias a la
obra médica escrita por Nicolás Monarde. En dicha obra, Monarde indica que el
jade, o "piedra de ijada", como él llama a estas piedras verdes, alivian
los dolores del bajo vientre. No es hasta el siglo XVIII que el jade pierde su
valor medicinal y empieza a tener otro valor. En este punto es en el que
comienza la circulación del conocimiento y en esta circulación es la que hay
que preguntarse como se pasa de unos valores a otros.
Para Hacking, filósofo e historiador de la ciencia, es importante tener en
cuenta el distinto nombre que han ido teniendo estas piedras, pues a través de
estos nombres podemos encontrar la interacción que tienen con las cosas que
nombran. A esto le denomina nominalismo dinámico. Por ejemplo, el jade se ha
llamado "piedra de ijada", "iada", "lejade", Piedra
Nefritica, entre otros.
Estos cambios de nombres pueden darnos información sobre los intereses comerciales,
científicos, etc. que podían tener estas piedras.
A Miruna le interesan las historias que esconden estos nombres, pero también
lo que ella denomina sitios de mediación.
El primer sitio de mediación sería el Códice Florentino o Historia general
de las cosas de Nueva España, que consta de 12 volúmenes en los que se cuenta
la vida y cultura de los antiguos pueblos del Centro de México cuya lengua era
el náhuatl. Lo interesante de estos libros sería que cuentan con dos columnas
paralelas en las que se lee, a la derecha, la original en náhuatl y, a la izquierda,
la traducción resumida al español. Traducción que necesariamente no es exactamente
al original planteándonos que quizás esto esconda una serie de propósitos o
fines. Para Miruna estos libros serían un sitio de mediación pues en ellos se
entrecruzan las dos culturas y hay que entenderlos como una mediación del
conocimiento puesto que, aunque se intenta mostrar la vida de los indígenas antes
de la llegada de los europeos, se escribe después de la llegada de estos. Un
objetivo de las escrituras de estos libros seria el de evangelizar a las
poblaciones indígenas.
El segundo sitio de mediación sería la piedra de ijada, nombre que, como
comentamos anteriormente, le da Monardes. También es Monardes quien asocia
estas piedras con la medicina.
La comercialización de los indios de las Amazonas con los europeos hará que
se empiecen a entremezclar las tradiciones entre unos pueblos y otros.
El tercer sitio de mediación serían las hachas, objetos rituales olmecas
tallados en jadeitita. Cuando en Europa se empiezan a encontrar estos objetos
hechos de jade o serpentina del neolítico se empieza a buscar la relación con
las hachas olmecas que llegan desde Europa. De esta manera la prehistoria
europea se leerá en función de objetos americanos.
Por otro lado, ya en el siglo XIX empiezan a hacerse estudios químicos.
Esto servirá para identificar la jadeíta y la nefrita, dos minerales que antes se
llamaban jade indistintamente. La preocupación de los científicos es ahora encontrar
los yacimientos de donde se extraían dichos minerales. De ahí que comience a
circular la teoría que pueden haber venido de China a raíz de una colonización
budista del México antiguo. Estas hipótesis ponen de manifiesto la relación
entre distintas culturas. No es hasta el siglo XX que se logran encontrar los
yacimientos de estos minerales.
En resumen, el conocimiento se va construyendo al agregar muchos fragmentos.
No podemos entender los objetos, en nuestro caso el jade, como objetos inertes,
puesto que gracias a su circulación se va creando una red de conocimiento. Esto
permite incorporar los saberes locales. De hecho, el valor de las piedras se va
creando, como hemos ido relatando. Y el contexto en el que se encuentran dichos
objetos nos dará narrativas diferentes. Lo que puede convertirse en un problema
si hay que analizarlas todas.
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