¿Es posible hacer historia de la
ciencia siguiendo a los instrumentos? Esta es una pregunta que seguramente
muchos de nosotros no nos hayamos hecho nunca. Porque, a pocos se nos ocurre pensar
que, tirando de un hilo, aparentemente simple, este desemboque en algo más que una
mera explicación del objeto en estudio.
La realidad es que la circulación
de estos instrumentos hizo que el conocimiento médico cambiara en ciertos
aspectos. Tanto es así que, ciertas prácticas médicas se modificaron
radicalmente con la llegada de estos artefactos debido a que los resultados obtenidos,
con su uso, serían mucho más eficaces. Esto propiciaría nuevas relaciones entre
el conocimiento, los médicos y los pacientes.
Los instrumentos viajaban entre
continentes y a su llegada se adaptaban al contexto en el que tuvieran que ser
usados. Esta adaptación no era siempre fructífera y muchos de estos
instrumentos eran desechados.
Fue, a principios del siglo XIX, cuando los instrumentos médicos empezaron a llegar a México desde Europa y, más tarde, desde Estados Unidos.
Primero llegarían a la Escuela Nacional de Medicina (ENM)
y más tarde se llevarían a otras instituciones como el Instituto Médico
Nacional y el Museo Anatomo-patológico. Gracias a su llegada, la cirugía, hasta entonces un tanto desligada de la medicina, se unió
a esta última siendo el material quirúrgico la clave de dicha unión, pues permitía
a los especialistas operar con un porcentaje de riesgos mucho menor.
Para los especialistas del siglo XIX era imprescindible utilizar los sentidos para realizar un diagnóstico adecuado. De ahí que el instrumental creado para agudizar dichos sentidos fuera una auténtica novedad de la época y muchos de ellos quisieran adquirirlos para sus consultas.
Muchos otros, sin embargo, no recibieron estos instrumentos con tanto entusiasmo, puesto que preferían seguir
usando el oído o el tacto para realizar lo que ellos consideraban un mejor
diagnóstico.
Los instrumentos que tuvieron mejor acogida fueron los que producían gráficas autógrafas, como los esfigmógrafos, que registraban el pulso por el método gráfico.
El diseño del esfigmógrafo interesó mucho a algunos médicos mexicanos puesto que permitía tomar todas las medidas necesarias a través de una técnica no invasiva. Además, contaba con la ventaja de ser portátil.
Hay que señalar que, teniendo en cuenta la influencia que las matemáticas han tenido siempre sobre todo, en este caso no iba ser menos. De ahí que muchos médicos creyeran que, al usar estos instrumentos, estaban siendo más precisos y objetivos en sus diagnósticos y posteriores tratamientos.
Otros, tal y como hemos comentado anteriormente, no usarían los esfigmógrafos como aparatos que pudieran
contarles una historia nueva, sino que partirían de la base de lo que sus sentidos les contaran.
Podría parecer que la adquisición de instrumentos era fácil pero esto no fue así ya que las instituciones médicas no disponían de muchos recursos económicos. A pesar de la circulación que parecía
existir, muchos médicos, y estudiantes, nunca habían tenido en sus manos los
instrumentos que estudiaban en los libros. Algo similar a lo que ocurre en mis
clases de física y química y los laboratorios “fantasmas” que tenemos en los
institutos y que están desprovistos completamente de material. Afortunadamente
para los estudiantes mexicanos, con la apertura del Instituto Médico Nacional, se
adquirieron muchos instrumentos que sentarían las bases de la práctica
experimental médica.
Dichos instrumentos procedían fundamentalmente de Europa. Los médicos mexicanos se enteraban de las novedades a través de catálogos en los que los constructores los exponían.
Uno de los problemas que se presentaba frecuentemente con las adquisiciones de instrumentos en México era el idioma en el que venían sus instrucciones. A pesar de las ilustraciones, siempre más intuitivas que el texto, que pudieran mostrar su manejo, los médicos mexicanos aprendían como podían el uso de estos artefactos. Este aprendizaje no siempre era el esperado puesto que, sin práctica, y sin visualizar el manejo previamente, no siempre era fácil poner en marcha los instrumentos. Y no hablemos de la calibración, que suele traer de cabeza a muchos científicos. Para solventar dicho problema, el gobierno de México permitió que los especialistas viajaran para conocer de primera mano aquellos instrumentos que, posteriormente, serían financiados.
Es decir, a partir de este momento, la circulación del
conocimiento médico se basó en dos aspectos: la importación de instrumental
médico y los viajes que realizaban especialistas mexicanos para conocer de primera mano qué podían adquirir.
¿Podría haber sido todo más
sencillo si los especialistas mexicanos hubieran fabricado sus propios
instrumentos? Definitivamente si, puesto que muchos de ellos se perdían o rompían
en las largas travesías y las inversiones económicas para su adquisición eran
muy altas.
No obstante, se siguieron
haciendo importaciones con el objetivo de que el mexicano entrara en los estándares
de lo "normal" y Europa los considerara “modernos y civilizados”. Solo a través
de la adquisición de estos instrumentos, considerados cien por cien precisos,
se podía conseguir tal fin.
En el caso que estamos tratando
la circulación del conocimiento no se impuso libremente. La compra-venta de
estos instrumentos supuso desigualdades económicas, políticas y conocimientos
que no eran socialmente válidos a un lado y otro del Atlántico.
Aun así, las relaciones sociales
existieron y siguiendo las desigualdades, las adaptaciones, las mejoras y las
copias de estos instrumentos se puede llegar a construir una historia de la
ciencia local de finales del siglo XIX.
Referencias:
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