De los días en los que fui catequista he refrescado mi memoria y he recordado una de las unidades que impartíamos y venían impresas en aquellos cuadernillos que tan poco me gustaban. La unidad hablaba sobre el origen de la vida. Para la preparación de las unidades me reunía con otras catequistas (muchas de ellas maestras del cole al que fui y con 30 años más que yo) y el cura de turno (en mi pueblo solía haber renovación cada cierto tiempo).
El caso es que, en un momento dado, el cura formuló la siguiente pregunta, seguramente con la intención de que ninguno contestáramos: ¿somos fruto de la evolución?, ¿significa esto que únicamente estamos en el mundo porque somos fruto de la casualidad? Al parecer solo la religión conocía la respuesta a estas preguntas y la ciencia nada tenía que hacer al respecto. Así fue como dejé de ser catequista.
Al margen de esta historia, existe una ciencia que estudia el universo y es la cosmología. Si bien es cierto que la influencia religiosa o atea ha podido influir en algunos modelos cosmológicos a lo largo de la historia.
Pongamos como ejemplo la teoría geocéntrica de Claudio Ptolomeo, desarrollada a partir de las ideas expuestas por Aristóteles. Dicha teoría sitúa a la Tierra en el centro del universo y a los demás astros, incluido el Sol, girando en torno a ella. Algo que para la Iglesia tenía todo el sentido del mundo ya que no contradecía lo que decían las Sagradas Escrituras. Tanto así que dicha teoría estuvo vigente durante cientos de años.
Es, a mediados del siglo XVI, cuando Nicolás Copérnico postula su teoría heliocéntrica y, años más tarde, Galileo Galilei, defensor de dicha teoría, es obligado a abjurar de sus creencias ante la Santa Inquisición. No corre tanta suerte Giordano Bruno, fiel defensor también de dicha teoría, que fue quemado en la hoguera. ¿Condenas injustas? Sería un gran debate pero vamos a centrarnos en qué ocurre actualmente con los modelos planteados.
Quizás la pregunta que tendríamos que hacernos es si quedan personas, ligadas a la religión, que siguen creyendo el modelo ptolemaico. La respuesta, sorprendentemente, es sí. A día de hoy hay religiosos que hacen una interpretación literal de la Biblia y por tanto siguen considerando la Tierra como el centro del universo. Es lo que se conoce como geocentrismo moderno o neogeocentrismo. En redes sociales, como Facebook, existe un grupo (privado) formado por unos 20000 miembros. Al margen de esta cifra los neogeocentristas son una minoría, ya que la mayoría de los grupos religiosos aceptan el modelo heliocéntrico.
Aunque en el pasado se tratara de unificar ciencia y religión es importante tener presente que son dos mundos distintos. La ciencia, basada en leyes (comprobadas experimentalmente) y la religión, basada en sus dogmas, poco o nada tienen que ver. Y a pesar de esto hemos visto como un modelo cosmológico, que no se sostenía, estuvo vigente, aproximadamente, veinte siglos.
La “comodidad” que
creó este modelo al pensar que todo estaba claro y éramos conocedores del
universo provocó un retraso en el avance
de la ciencia. Y es que ni siquiera, a día de hoy, podemos decir que conocemos el
universo. Se han descubierto nuevos planetas, galaxias, agujeros negros… y a pesar
de todos estos descubrimientos solo conocemos, aproximadamente, un 5% de materia
ordinaria. El 95% restante sería materia y energía oscura, de lo que prácticamente
no sabemos nada.
Por suerte contamos con la cosmología, uno de los campos más activos de la astrofísica en la actualidad y la que nos ayudará, espero que en un futuro cercano, a desentrañar todos los misterios del universo.
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